El espectador elige el rumbo de la trama, puede cambiar el género y define el final a través de interacciones con su dispositivo móvil. La propuesta no es una obra más de improvisación: el público propone alternativas a la trama desde su teléfono y la decisión de la mayoría le impone al actor las coordenadas a seguir para darle continuidad a la historia.
Con una puesta despojada de escenografía, los colores tiñen el momento que decide la mayoría. Las pantallas de los celulares están activas durante la obra y el espectador plantea situaciones que son improvisadas en escena. El pulso de los espectadores es fundamental hasta el final. El desenlace se elige abajo de las tablas y tiene respuesta en escena.
Sin romper el clima de la actuación, la trama tiene giros drásticos que pueden llevar un drama a clave de humor, según la voluntad de la platea. No es la primera vez que el público interviene en una obra, pero nunca antes lo hizo de este modo.